Fabio Balbuena

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18 marzo, 2014 By Fabio Balbuena 2 comentarios

La Justicia

Hay palabras que llevan consigo una gran carga emotiva, tales como Justicia, Virtud, Libertad, Bien, Deber, Belleza, etc.
Admitir determinadas definiciones de valores reconocidos como verdaderas fuerzas sociales nos permitirá guiarnos, según una escala de valores, en nuestra existencia.
Históricamente, en Occidente encontramos las formulaciones de los juristas romanos, de los filósofos griegos, de los Profetas judíos, y todas ellas han vivificado nuestra conciencia, pero en la vida práctica la carga emotiva que lleva consigo siempre nos ha proporcionado frecuentes controversias, de tal forma que en todas las revoluciones, guerras, querellas o simples debates cada oponente invoca a la Justiciacomo justificación de su postura, y para rechazar la del oponente.
Proudhon, en su obra “De la Justice dans la Révolution et dans l’Eglise”, dice: ”La justicia bajo diversos nombres gobierna el mundo, la naturaleza y la humanidad, ciencia y conciencia, lógica y moral, economía, política, historia, literatura y arte. La justicia es lo que hay de más primitivo en el alma humana, de más fundamental en la sociedad, de más sagrado entre las nociones y es lo que las masas reclaman ahora con más ardor. Es la esencia de las religiones, al mismo tiempo que la forma de la razón, el objeto secreto de la fe, y el comienzo, medio y el fin del saber. ¿Qué puede imaginarse más universal, más fuerte, más acabado que la justicia?”.
El aforismo que se lee en “La Paz Perpetua“ de Kant, atribuido a Fernando I de Aubsburgo, “fiat justicia et pereat mundus”(hágase la justicia, aunque perezca el mundo), en el pensamiento moderno se ha convertido en “fiat justicia ne pereat mundus”(hágase la justicia para que no perezca el mundo).
Pero ¿qué entendemos por JUSTICIA?.


Intentar llegar a una noción de Justicia, eliminando en cuanto sea posible su carga emotiva, es una tarea muy difícil, porque en las ciencias llamadas sociales (que los alemanes llaman ciencias del espíritu, en contraposición a las ciencias de la naturaleza) no es posible prescindir totalmente de su coloración afectiva, de tal forma que un acuerdo sobre el sentido conceptual se logra de una forma muy limitada.
A esta tarea le dedicó su empeño el Profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad de Bruselas Chaim Perelman, en su libro “De la Justicia”. Guiados por este autor, vamos a intentar llegar a un concepto formal de la Justicia. Para ello examinemos los tres preceptos de Ulpiano: “honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere”(vivir honestamente, no dañar al otro, dar a cada uno lo suyo). En ellos se resume perfectamente lo que sería el concepto de Justicia.
El primero, “vivir honestamente”, parece que tiene más connotación con la moral; el segundo, “no herir, dañar a otro”, tanto en lo psíquico como en lo físico ya tiene mayor relevancia en Derecho, porque todas las legislaciones tienen normas y procedimientos para lograr la reparación del daño causado; el tercero, “dar a cada uno lo suyo”, es el punto nuclear de la idea de Justicia.
Sin querer enumerar todos los sentidos de la Justicia, en relación con lo que se entiende con dar a cada uno lo suyo, Perelman dice que podemos enumerar las siguientes cuestiones:
1.- A cada quien la misma cosa.
2.- A cada quien según sus méritos.
3.- A cada quien según sus obras.
4.- A cada quien según sus necesidades.
5.- A cada quien según su rango.
6.- A cada quien según lo que la Ley le atribuye.
Veamos:
1.- “A cada quien la misma cosa”: esta Justicia no admite distinciones, joven o viejo, sano o enfermo, rico o pobre, virtuoso o criminal, noble o rústico, culpable o inocente, todos serán tratados de la misma manera. En este sentido sólo es perfectamente justa la muerte, que no hace distinciones cuando llega.
2.- “A cada quien según sus méritos”: aquí ya no se pide la igualdad para todos, sino que se debe considerar una cualidad intrínseca, el mérito de la persona humana. Pero tendremos que buscar qué criterio seguir para determinar el mérito. ¿El resultado de la acción, la intención, el sacrificio realizado y en qué medida?. Un Profesor, a la hora de poner las notas, se plantearía muchas preguntas sobre este punto.
3.- “A cada quin según sus obras”: se pide un tratamiento proporcional y se tiene en cuenta el resultado de la acción.
4.-“A cada quien según sus necesidades”: esta fórmula de la Justicia se aproxima a nuestra concepción de la caridad. Habrá que tener en cuenta un mínimum vital para asegurar a cada persona la satisfacción de sus necesidades, sus cargas familiares, salud, vejez, etc. Esta concepción de la Justicia ha tomado cuerpo en las legislaciones modernas como “Justicia Social”.
5.-“A cada quien según su rango”: las mismas reglas de Justicia no se aplican a seres que corresponden a categorías muy diferentes: Profesor-alumno; Oficial-soldado; en épocas pasadas, noble-plebeyo, libre-esclavo, etc.
6.- “A cada quien según lo que la Ley le tribuye”: “in paribus causis paria jura”. Es lo que el Juez hace cuando aplica a las mismas situaciones las mismas leyes. Pero como el Derecho Positivo no puede abarcar todas las situaciones posibles, la Jurisprudencia va interpretando las Leyes, para aplicarlas a situaciones nuevas, acudiendo a un difícil equilibrio, mediante la interpretación analógica, entre la Ley y la Equidad.
Hemos visto distintas formas de Justicia, que en los manuales se encuentran distribuidas en lo que se denominan Justicia Conmutativa o Reparadora, Justicia Distributiva, Justicia Social, etc.
Vemos que en las distintas formulaciones de la Justicia subyace algo que las une. Los juristas, moralistas y filósofos coinciden en que la Justicia consiste en una aplicación de la idea de Igualdad, pues si examinamos las distintas formulaciones concretas encontraremos que en todas ellas se halla la Igualdad como hilo conductor. Ésto nos conduce a la noción formal de la Justicia, que acogería esta concepción. Perelmanpropone la siguiente definición: “La Justicia formal y abstracta es un principio de acción de acuerdo con el cual los seres de una misma categoría esencial deben ser tratados de la misma manera”.
En cualquier reflexión sobe la idea de Justicia, no se puede obviar la monumental obra de John Rawls, “Teoría de la Justicia”, que requiere un tratamiento específico. Baste añadir una breve cita de la obra de referencia: “De diferentes tipos de cosas se dice que son justas o injustas: no sólo las leyes, instituciones y sistemas sociales, sino también las acciones particulares de muchas clases, incluyendo decisiones, juicio e imputaciones. Llamamos también justas e injustas a las actitudes y disposiciones de las personas, así como las personas mismas. Sin embargo, nuestro tema es la justicia social. Para nosotros el objeto primario de la justicia es la estructura básica de la sociedad (…) el modo en que las instituciones sociales más importantes distribuyen los derechos y deberes fundamentales y determinan la división de las ventajas provenientes de la cooperación social.”
Fabio Balbuena Domínguez
Profesor de Filosofía y Ética jubilado
Abogado jubilado
© 2014 Fabio Balbuena

Publicado en: Derecho, Filosofía, Igualdad, Justicia, Kant, Perelman, Proudhon, Rawls, Ulpiano, Valores

21 febrero, 2014 By Fabio Balbuena Deja un comentario

Las etapas de la vida

Cuando se cumple años, es momento de hacer una reflexión sobre lo pasado y lo venidero, porque es cuando se siente en carne propia que desde el momento del nacimiento hasta la muerte la vida es un camino de experiencias sucesivas. Cada instante es el comienzo como la vuelta de una rueda el punto de apoyo es un nuevo punto de partida.

Heráclito de Éfeso decía: “Panta Rei”, que en griego significa todo cambia. Nada es permanente. “No podemos bañarnos dos veces en el mismo rio, porque la segunda vez ya no es el mismo rio, ni nosotros somos los mismos”.El tiempo ha hecho su labor.
La vida es el arte de la metamorfósis. Si miramos hacia atrás veremos que hemos dejado atrás al niño que fuimos, al adolescente, al joven, al hombre maduro, pero nada se destruye totalmente. Nuestra vida es nuestra historia, la hemos ido forjando a través de los avatares de la existencia y cualquiera que sea la etapa en que nos encontremos, es una etapa prodigiosa, si la tomamos en serio. Decía Ortega que toda época es época de crisis, si nos ponemos a pensar en ella. Esa crisis se manifiesta al abandonar las diversas etapas, porque tenemos que reconocer que es duro abandonar cada etapa. La niñez, la adolescencia, la juventud, la madurez, es como ir de un país a otro, de un espacio a otro sin saber lo que vamos a encontrar. Todo dependerá del ejercicio que hagamos en cada momento de nuestra libertad de elección y vuelvo a Ortega, que dijo que somos a la fuerza libres, en cada instante tenemos que elegir una de las múltiples posibilidades que se nos presentan. Sartre, a su vez, dijo que tenemos libertad de elegir, pero no libertad de no elegir, estamos condenados a ser libres. Ambos autores coinciden en la idea de la condición humana de la obligada libertad de elección, pero su enfoque es diametralmente opuesto. Para Ortega la libertad de elección nos lleva a ser los arquitectos de nuestro propio destino y para Sartre esa condena de ser libres y tener que elegir nos lleva a la náusea, la angustia, porque el hombre es “una pasión inútil”.


En en transcurso de los años hemos pasados por etapas, de un espacio vital a otro, y todo ello nos ha dejado un poso de sabiduría aprendida en la experiencia, aprendizaje de Presencia.
Hay dos grandes tradiciones que interpretan las etapas de la vida:la védicay la judaica.
Por abreviar sólo nos fijaremos en la tradición hebraica: 4 etapas. Laprimera.-. El niño que palpa, toca, se lleva a la boca, escucha, siente, olfatea, absorbe el mundo que le rodea. La segunda.-La juventud, el mundo empieza a tener nombre, sentido, etapa de recopilación de conocimientos, plena ebullición de la vida. Latercera.- Ahora se trata de vivirlo todo en carne propia, atravesarlo todo de nuevo, poner en práctica lo que sólo conocíamos de oidas. La cuarta.- La de la vejez. Dice el Talmud, el ángel acompaña a la vejez. Todo lo que había sido contradicción, desgarramiento, fragmentación, se reunifica. La rueda que había estallado en mil pedazos se reunifica y nos lleva a la paz interior. Todo se organiza en torno al corazón. El universo de las apariencias revela su unidad secreta.
Estas tradiciones nos dan lecciones para afrontar las diferentes etapas de la vida en las que reina en nosotros una u otra calidad de presencia. Ahora que se habla de la ÉTICA de la responsabilidad, pensemos que cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de la parcela del universo (la casa, el lugar de trabajo) y del espacio de tiempo en que nos ha colocado el destino. Los que están en la cuarta etapa, se encuentran en la etapa de jubileo, en que el hombre debe recoger la cosecha, según se dice en el Levítico. Esa edad está bajo el signo de la alegría. Tanto los hombres como las mujeres han realizado ya la mayor parte de su labor. Ahora caminan hacia lo que eufemísticamente en nuestra época se llama la tercera edad, y a los que ya se hallan inmersos en ella les corresponde ser testigos de la inmortalidad, dar testimonio de bondad, generosidad, ayudar a los demás y brindar amabilidad a los semejantes, y también quererse a símismos, lo que conlleva cuidarse; es la ética del amor propio de que habla Savater.


Para terminar reproduzcamos las palabras de Christiane Singer en su libro: ¿ADÓNDE VAS?, ¿no sabes que el cielo está dentro de ti?: “En lo sucesivo, pasamos de lo visible a lo invisible, donde se invierte el orden. La flor debe morir para dar fruto; lo que había florecido en el orden biológico de lo visible empieza a marchitarse lentamente. Pero en los jardines interiores empiezan a abrirse otras flores. Nuestro conocimiento de las leyes secretas de la vida determina la riqueza de nuestra existencia”.

Fabio Balbuena Domínguez
Profesor de Filosofía y Ética jubilado
Abogado jubilado

© 2014 Fabio Balbuena

Publicado en: Ética, Filosofía, Libertad, Sabiduría

12 enero, 2014 By Fabio Balbuena 1 comentario

La Tercera Edad

“Todo cambia”(panta rei), decía Heráclito. El tiempo, según Aristóteles, se define como “número de movimiento, según el antes y el después”(numerus motus, secundum prius et posterius). Así, el tiempo transcurrido se descubre en el cambio, porque la realidad misma es cambiante. La vida es un fluir continuo, en el que debemos superar etapas, unas veces dichosas y otras llenas de pesares. Cualquiera que sea la edad que tengamos, de vez en cuando podemos echar la mirada atrás y ver este devenir, que más pronto o más tarde, nos llevará a lo que eufemísticamente se suele llamar la tercera edad.
Existen muchos libros que tratan sobre el tema, como De Senectute, de Cicerón, Elogio de la Vejez, de Hermann Hesse, o Cómo ser mayor sin hacerse viejo, de Enrique Miret Magdalenta.


En esta etapa de la vida, quizás desaparecieron ya muchas personas, padres, esposo/esposa, hermanos y amigos, que han sido pilares básicos de nuestra existencia; y se puede haber perdido la fuerza de la juventud en varios aspectos, pero no la ilusión y las ganas de vivir, de aprender y admirar la belleza. Miramos el universo y, aunque diminutos, nos sentimos parte de él para, sin el sentimiento de creernos indispensables, y con el silencioso desapego de las cosas efímeras, conservar el optimismo y la esperanza de un mundo mejor para todos los seres humanos.
Hay varias maneras de enfrentarse a la vejez. A veces observamos a personas mayores sentadas en un banco de la plaza, con la cabeza baja o con la mirada perdida en el horizonte. Nos preguntamos “¿en qué estará pensando?”. Tal vez está rememorando distintos momentos de su existencia, porque el hombre necesita ensimismarse, como decía Ortega. En las personas mayores la memoria selectiva les hace recordar con nitidez el pasado lejano, y olvidar fácilmente lo más inmediato; por eso los mayores se refugian en el pasado, pues el presente les ha relegado a ese mundo de inacción. Pero es posible aún sentirse capaz de pensar, de dialogar, y dar consejo, si alguien lo pide. Hay grandes personajes de avanzada edad que nos han legado para la posteridad obras admirables. Bastará recordar a Verdi, que compuso la ópera Otelo a los 74 años, y Falstaff a los 80; al escritor Goethe, que terminó Faustoa los 83 años; a Miguel Ángel, pintor, escultor y arquitecto del siglo XVI, que murió a los 88 años en plena actividad creadora; al pintor Tiziano, que pintó obras maestras a los 90 años;a Picasso, que murió a los 91 años cuando aún seguía con su actividad pictórica; o a Pedro Laín Entralgo,filósofo, médico, catedrático de Historia y escritor español, quien mantuvo su actividad intelectual más allá de los 90 años.


Sin pretender llegar, obviamente, a su grandeza, toda persona puede tratar de aportar algo bueno a este mundo cada vez más desorientado, apelando a su inteligencia y su experiencia vital. Dentro de nuestras limitaciones, podemos mantener nuestra actividad, según nuestras especiales características, hasta que nuestra salud nos lo permita. No hay que caer en el desánimo, el aburrimiento y la desilusión. Siempre debemos recordar que la vida es “quehacer”, según Ortega. La vida no se nos da hecha, la tenemos que construir nosotros; estamos obligados a elegir constantemente entre las múltiples posibilidades que se nos abren como un abanico, porque “somos a la fuerza libres”, y fruto de esa libertad, podemos y debemos elegir el amor, la compasión, la generosidad y la alegría.
La edad adulta también es época de mayor serenidad y reflexión, así que podemos aprender la hermosa lección que nos dejó la Madre Teresa de Calcuta: “el fruto del silencio es la oración; el fruto de la oración es la fe; el fruto de la fe es el amor; el fruto del amor es el servicio; el fruto del servicio es la paz”. Aunque también los jóvenes deberían hacerla propia, porque el tiempo no para de realizar esa labor de cambio, y sin duda algún día ellos llegarán a ser también incluidos en el dorado mundo senior.
Personalmente creo que sólo con la fe llegamos a comprender el significado de la vida humana. La fe nos conduce a la esperanza, que Aristóteles definía como “el sueño del hombre despierto”. Es el sentimiento que alentaba a Martin Luther King: «si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano.»


Siempre es bueno, en fin, aprender a pedir perdón a las personas a quienes hayamos causado dolor, disgustos, o simplemente desilusión, pero también aprender a dar gracias a la vida, que nos ha dado tanto.
Fabio Balbuena Domínguez
Profesor de Filosofía y Ética en I.E.S. jubilado
Abogado jubilado
© 2014Fabio Balbuena

Publicado en: Esperanza, Filosofía, Vejez

3 enero, 2014 By Fabio Balbuena 1 comentario

Meditación junto al mar

Me siento en la orilla del mar Mediterráneo, que está sereno; apenas llegan a besar la orilla unas olas pequeñitas, produciéndose un ruido monótono al golpear los cantos rodados; todo el entorno está en calma, invitando a meditar.
Viene a mi mente el asombro por la belleza e inmensidad del mar azul que se tiende a mis pies, envolviéndome en el misterio de la existencia; la pequeñez del ser humano frente a la naturaleza de la que forma parte, pero al mismo tiempo su grandeza por la capacidad de pensar.
El origen mismo del saber se halla en ese asombro que sentía el hombre al observar la naturaleza, que le llevaba a hacerse preguntas, es decir, el deseo de encontrar la explicación de todo lo que le rodeaba.

La ciencia nos proporciona un conocimiento muy valioso, y siempre teniendo en cuenta que casi nada es definitivo y total, sino que va avanzando. Pero ese conocimiento es limitado. Aún hay preguntas sin respuestas científicas. La ciencia no es un sistema de verdades, sino verdades en sistema, lo que significa que hay mucho de provisional, verdades que pueden ser superadas por nuevas investigaciones. 

Por eso la ciencia no resuelve las dudas sobre la conducta humana. ¿Qué debo hacer? ¿Qué norma debe regir mi vida? Es la eterna pregunta a la que se han enfrentado desde la más remota antigüedad los grandes pensadores, sabios, profetas y fundadores de las religiones. 


Kant planteó tres preguntas fundamentales: ¿Qué puedo conocer?, ¿Qué debo hacer? y ¿Qué me es dado esperar?. 

Encontramos diversas respuestas, pero en lo esencial todos coinciden. Confucio, Buda, Jesús, Mahoma, etc., con diversas formulaciones, exhortan a ser humildes, compasivos, ayudar a los demás, no hacer a otro lo que no queramos que nos hagan a nosotros, respetar la naturaleza, no apropiarse de lo ajeno, superar el egoísmo, y muchas otras formas de buscar el bien.
Grandes pensadores sin connotación religiosa nos han dicho lo mismo. Aristóteles nos habla de la Virtud, Platón tiene como idea fundamental, eje de todo su pensamiento, la idea del Bien, y Kant elabora los imperativos categóricos: “compórtate de tal manera que tu conducta pueda convertirse en norma universal”, y que “el hombre es un fin en sí mismo y no puede nunca ser utilizado como medio”. En definitiva, hacer el bien y evitar el mal.
Las Tablas de Moisés aparecen en un contexto religioso, pero sus mandamientos son formulaciones racionales con las que coinciden los pensadores y sabios que se han ocupado de la conducta humana. Podríamos seleccionar máximas, sentencias y consejos de todos los sabios y pensadores, religiosos o no, y sin duda encontraríamos coincidencia en lo fundamental. Esto me lleva a pensar que no importa el credo ni la valoración sobre nuestra teoría ético-moral para llegar a la conclusión de que la conducta como seres humanos debe tener una norma, una pauta o unos principios que conduzcan a buscar el bien y evitar el mal.

Búsqueda que debe realizarse sin esperar recompensa alguna. Las religiones hablan de la salvación, ya sea en una vida futura, ya en este mismo mundo en que vivimos. Pero el agnóstico, sin necesidad de premio ni castigo, debe buscar igualmente el bien y evitar el mal, porque es la única forma de dar sentido a nuestra existencia y lograr un mundo habitable. 
La Psicología nos enseña que nuestra conducta debe estar en consonancia con lo que pensamos. Como seres racionales, sin grandes esfuerzos, descubrimos en nuestra mente esa máxima universal de obrar correctamente. Cuando cometemos acciones contrarias a este principio, se produce una disonancia cognitiva, tenemos mala conciencia, y en este sentido, el esfuerzo debe ser constante para intentar conformar la vida a la racionalidad.

Cualquier persona puede encontrar en su pasado sombras que le gustaría borrar. Pero debemos desechar la culpa y quedarnos con el perdón para, desde el reconocimiento de que nuestra conducta puede que no siempre haya sido la que debería ser, en lo sucesivo intentar adecuarla a lo que pensamos que es bueno, contribuyendo así, en la medida de nuestras posibilidades, a crear un mundo mejor. 


En última instancia, como dijo Gandhi, “no debemos perder la fe en la humanidad, que es como el océano: no se ensucia porque algunas de sus gotas estén sucias”.
Fabio Balbuena Domínguez
Licenciado en Filosofía por la Universidad Pontificia de Comillas
Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid
Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid
Profesor de Filosofía y Ética en I.E.S. jubilado
Abogado jubilado

Publicado en: Ciencia, Conciencia, Conducta humana, Ética, Filosofía, Humanidad, Moral, Normas, Psicología, Racionalidad, Religiones, Virtud

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